Democracia de calidad frente a la crisis
Nos   ha faltado un marco ético, capaz de estimular la responsabilidad   social
Victoria Camps / Adela Cortina / José Luis García   Delgado 25 SEP 2012 - 00:07 CET   
Un   gran número de españoles está viviendo la crisis actual como un auténtico   fracaso del país en su conjunto.   Hace ya más de tres décadas emprendimos una transición política y social que,   con sus luces y sombras, como todo en este mundo, se ha convertido en una   auténtica referencia para algunos países deseosos de dar el paso de la dictadura   a la democracia. 
El   poder político pasó paulatinamente de un partido de centro a partidos de   centro-izquierda y centro-derecha, sin más ruido de sables que el del 23-F y sin   más mecanismo que el de instituciones políticas y elecciones libres y bien   reguladas. 
Se   transformaron las infraestructuras, se modernizaron los medios de comunicación,   aumentó el número de estudiantes universitarios, ingresamos en 
La   disposición al diálogo, el espíritu abierto y tolerante parecían haber   sustituido los viejos estilos de vida en una sociedad   pluralista.
Pero   en 2007 estalló en el nivel global y local esa crisis que había venido   gestándose, una crisis que parece ser sobre todo económico-financiera y   política, y descubrimos que el rey estaba en buena parte desnudo. Que, por   desgracia, nos queda mucho camino por andar.
·           Para   recorrer con bien ese camino importa preguntar qué nos ha pasado, qué ha fallado, y un   punto esencial es que no se trata solo de una crisis económica y política, sino   también de una crisis ética, que pone de manifiesto las carencias de espíritu cívico.   
·           En   los últimos años, nos ha faltado un   marco ético efectivo, capaz de estimular la responsabilidad social y un buen uso   de la libertad.
Con   el deseo de aportar algunas sugerencias para la elaboración de ese marco, el   Círculo Cívico de Opinión dedica el sexto de los Documentos que ha publicado al   tema Democracia de calidad: valores cívicos frente a la   crisis,   y en él apunta a modo de ejemplo medidas como las   siguientes:
Los   protagonistas visibles de la vida pública tienen un deber de   ejemplaridad
Perseguir   un bien común.   En una democracia que es, a su vez, un Estado de derecho, es preciso perseguir un bien común que amplíe el   horizonte de los intereses individuales como los únicos fines de la actividad   económica y política. Por legítimos que sean los intereses privados, las   instituciones y los ciudadanos se deben también a unos intereses   comunes.
La   equidad como fin.   Sostener la equidad y mejorarla debería ser el principio irrenunciable de un   Estado de derecho. En muy poco tiempo, España consiguió poner en pie un Estado   de bienestar homologable con el resto de los países de nuestro entorno. Pero el modelo es frágil y no podrá   sostenerse si no va acompañado de la voluntad de preservarlo por encima de   todo. Hay que repensar el modelo con serenidad y con voluntad de conseguir   acuerdos lo más amplios posibles.
Debe   cambiar el orden de los valores.   Los años de bonanza económica pasados han propiciado una cultura de la   irresponsabilidad y del dinero fácil, que ha traído consigo corrupción, evasión de impuestos y un   consumismo voraz. Si algo puede enseñar la crisis es que debe cambiar la   jerarquía de valores transformando las formas de vida, entendiendo que el   bienestar no se nutre solo de bienes materiales y consumibles. Formas de vida que fortalezcan cultural y   espiritualmente al individuo y a la sociedad con valores como   
·           la   solidaridad, 
·           la   cooperación, 
·           la   pasión por el saber, 
·           el   autodominio, .
·           la   austeridad, 
·           la   previsión o 
·           el   trabajo bien hecho.
Decir   la verdad.   La costumbre de ocultar la verdad por parte de políticos y controladores de la   economía de distintos niveles ha sido responsable de la crisis en buena medida.   
·           Pero   esa costumbre se ha extendido también entre intelectuales y otros agentes de la   vida pública,   plegados a lo políticamente correcto, sea de un signo o de otro.   
·           Entre   la incompetencia y la ocultación saber   qué pasa y anticipar con probabilidad qué puede pasar es imposible para la gente   de a pie.
Cultura   de la ejemplaridad.   Los protagonistas visibles de la vida pública tienen un deber de ejemplaridad,   coherente con los valores que dan sentido a las sociedades democráticas.   
·           La   corrupción, la malversación de bienes públicos, el despilfarro, el desinterés   por el sufrimiento de quienes padecen las consecuencias de la crisis, la asignación de sueldos, indemnizaciones y   retiros desmesurados producen indignación en ocasiones, pero también modelos que se van copiando con resultados   desastrosos.
Rechazar   lo inadmisible.   Para que una sociedad funcione bien es necesario 
·           que   las leyes sean claras y 
·           que   se apliquen, pero t
·           ambién   que la ciudadanía rechace las conductas inaceptables. 
Es   verdad que hay que ir con mucho cuidado   con eso que se ha llamado la "vergüenza social" y que es una de las formas   que tiene una sociedad para desactivar actuaciones que considera reprobables.   Esa vergüenza ha causado tanto daño y es tan manipulable, la utilizan tan a   menudo unos grupos para desacreditar a otros, que solo puede recurrirse a ella   como una cultura, vivida por todos los grupos sociales, de que determinadas   conductas no pueden darse por buenas.
El   mejor instrumento para conseguir una sociedad mejor y cambiar los valores es la   educación
Potenciar   el esfuerzo.   Lo que vale cuesta. Dar a entender que se pueden alcanzar las metas vitales sin   trabajo alguno es engañar, condenar a las gentes a ser carne de fracaso y   destruir un país.   
·           Aprender,   por el contrario, que esfuerzo y ocio son dos caras del buen vivir, que ayudan a   construir un buen presente y un buen futuro.
Superar   la partidización de la vida pública.   La partidización de la vida pública es uno de los lastres de nuestra política,   que impide agregar voluntades para encontrar salidas efectivas y consensuadas a   los problemas que nos agobian. 
·           Cuando   ante cada uno de los problemas públicos la sociedad se divide siguiendo los   argumentarios de los partidos políticos se destruyen la cohesión social y la   amistad cívica   indispensables para llevar una sociedad adelante.
El   sentido de la profesionalidad.   La profesionalidad, en todos sus ámbitos de ejercicio, es un valor que no debe   medirse solo por la eficiencia y la competencia científica y técnica, siendo   ambos valores altamente encomiables. 
·           Ser   un buen profesional significa incorporar también ideales que hagan de las   distintas profesiones un servicio a la sociedad y al interés   común.   Es buena la gestión estimulada no solo por la obtención de beneficios   materiales, sino por un espíritu cívico y de servicio.
Promover   la educación.   El mejor instrumento de que disponemos para conseguir una sociedad mejor y   cambiar el orden de los valores es la educación, entendida como formación de la   personalidad y como una tarea de la sociedad en su conjunto.   
·           El   ideal de autenticidad debe poder conjugarse con los valores propios de la vida   democrática.
Recuperar   el prestigio.   Ni las instituciones ni las personas que ostentan los cargos de mayor   responsabilidad han sabido ganarse la   reputación y el prestigio imprescindibles para merecer confianza y credibilidad   por parte de la ciudadanía. Además del déficit notable de ideas para   gestionar y resolver la crisis, se echa de menos un liderazgo compartido por el conjunto de   grupos políticos, 
·           que   actúe con valentía y con prudencia, 
·           que   corrija los despilfarros de otros tiempos, 
·           que   sepa discernir la gravedad de cada problema y 
·           que   tenga visión de futuro y no atienda únicamente al corto   plazo.
Construir   un marco de valores comunes.   Es urgente construir un suelo de valores compartidos, fortalecer los recursos   morales que surgen de las buenas prácticas porque solo así se generará   confianza. Pero también crear espacios de deliberación que hagan posible   construir pueblo, y no masa, que fortalezcan la intersubjetividad y no se   disgreguen en la suma de subjetividades. 
·           Generar   pueblo y sociedad civil tanto en España   como en Europa, donde somos y donde queremos estar, es uno de los retos,   porque tal vez sea esta una de las claves del fracaso de Europa:   
·           no   haber intentado reforzar la conciencia de ciudadanía europea, 
Fuente:Victoria   Camps, Adela Cortina   y José Luis García Delgado, en representación del Círculo Cívico de   Opinión
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