CRISTINA PASCUAL Jefa del Servicio de Alergología del Hospital Universitario Infanta Sofía.

CRISTINA PASCUAL 

"Estudié la única carrera que me habían prohibido"

Con una mochila cargada de experiencia, como ella misma dice, la jefa del Servicio de Alergología del Infanta Sofía es una enamorada de todo lo relacionado con la Historia.

David Rodríguez Carenas   |  13/09/2010 00:00

Propiedad intelectual  de DIARIO MÉDICO. Cristina Pascual

Cristina Pascual en el Templo Poseidón, en Cabo Sunión (Grecia). (DM)

Galería Noticia

Se presenta con la misma frase con la que se despide dos horas más tarde: "Lo mío es la Historia Clásica". Tras esos 120 minutos con la jefa del Servicio de Alergología del Hospital Infanta Sofía, de San Sebastián de los Reyes (Madrid), es difícil no extraer enseñanzas del presente a partir de las civilizaciones pasadas.

¿Cómo surge esa afición por la Historia?
-Cuando era pequeña, mi madre me contaba historias de Aníbal, Viriato..., y cuando me preguntaban lo que quería ser de mayor, yo decía que historiadora, pero para contar historias. Mi madre era pintora y por entonces me decía que con la letra que tenía lo iba a tener difícil, tanto para la Historia como para la pintura. Bastó que me lo dijeran para intentarlo.

  • Cuando era pequeña, mi madre me contaba cuentos sobre Historia y yo decía que de mayor quería ser historiadora, pero para contar historias

Pura obstinación.
-Es uno de mis defectos. No abandono la presa fácilmente, y eso me ha servido en mi profesión: si tengo una corazonada, la sigo. Así descubrimos que el pescado menos alergénico era el atún y que los alimentos se podían desensibilizar.

¿Cómo mantuvo su afán con el paso de los años?
-En el Bachillerato me gustaba mucho la Historia y la Geografía y a los quince años ya había terminado con la biblioteca de mi casa. A los ocho mi libro preferido era La Ilíada. En la adolescencia una profesora de Arte nos llevaba en verano quince días a la ciudad romana de Clunia, donde desempolvábamos restos con un cepillo de dientes y los cribábamos.

¿En Arqueología se puede hablar de expolio?
-Es difícil juzgarlo. Ahora parece un expolio, pero muchas cosas se salvaron por esto. A veces sí que fue un robo claro. Hay que sopesar si lo que queda en un edificio es lo suficientemente importante y si las posibles reproducciones sirven, o si los vestigios arreglan el presupuesto de educación en algún país pobre. Peor es cuando los restos acaban en el sótano de un coleccionista estadounidense. Lo importante es que los restos estén abiertos donde estén.

Hablando de museos, acompañarle a uno tiene que ser una experiencia.
-Si vas con arqueólogos antes se explica lo que se va a ver. Cuando mis amigos estadounidenses vienen aquí les llevo al Museo Arqueológico y les explico las civilizaciones progresivamente, contándoles cómo han afectado a nuestros días. Por ejemplo, la peineta tiene su origen en un tocado ibero de las sacerdotisas y la jota aragonesa es una danza del sol con raíces prerromanas.

¿No es curioso que una ciencia tan basada en la Historia como la Arqueología se personifique en un personaje de ficción como Indiana Jones?
-No es científico y es un robatumbas, pero ha supuesto un antes y un después. Ahora la gente se acerca a la Arqueología y descubre lo interesante que es. Además, ha ayudado en el interés por la literatura histórica.

Volviendo a la evolución de su interés por la Historia, ¿cómo lo compaginó con la universidad?
-Fui a la universidad a hacer la única carrera que me habían prohibido. Mi hermano, Santiago Pascual, era médico y había estudiado mucho y no querían que yo fuera por el mismo camino. Desde septiembre hasta Navidades pensaban que estudiaba Ingeniería de Caminos y cuando descubrieron la verdad me dijeron que sólo seguiría cursándola si aprobaba todo en junio. Éramos 1.100 alumnos y lo conseguimos 25. Esos años iba a clases de amigas que estudiaban Geografía e Historia.

Después llegó su estancia en Estados Unidos.
-Se trataba de un proyecto de parasitología en la Johns Hopkins, y participé en un proyecto de Arqueología en Cobá (México). Cuando volví, a los tres años, tuve que encontrar un lugar profesional después de que me echaran atrás un proyecto por, como me dijeron, "ser mujer y adjunta". Volví a interesarme por la Arqueología, Atapuerca... Busqué máster y cursos y me decanté por los de la Fundación Clos, por motivos de agenda.

¿Y cómo seguirá su afición en el futuro?
-Me he dedicado tanto a mi profesión que no he podido abarcar tanto. Por eso, cuando me jubile haré la licenciatura de Historia y geografía por la UNED.

Comentarios